Juega,
juega otra vez con el arma de la muerte
y lleva años de desgracia a la vida
y siglos de terror a las tinieblas.


Vomita fuego,
ese fuego que no quema infames manos
pero mata para siempre ilusiones
que un día concibieron pobres gentes;
muéstrales que el cansancio de la vida
se calma con veneno y sangre ardiente.


Agarra en tu mano el recio sable
y siega la esperanza, aún naciente,
el alma que en el campo crece pura
y los ojos de mirada inocente.


Corre loco por el mundo, arrasa y mata
el árbol que creció junto a la fuente;
haz callar el susurro de su agua,
que reine el silencio para siempre.


Juega, otra vez, con el destino
acercando un paso más tu triste suerte;
el castigo ya viene de camino.


Si la senda está cruzada por mil ríos,
cada día, tú, le estás tendiendo un puente
y no ves que ya nunca se detiene,
que puede estar cerca de tu casa
y llamar...
puede entrar, llegar a ti y, en un instante,
ser, también tú, despojo de la muerte.

Cádiz, Diciembre 1969
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